sábado, 23 de mayo de 2009

Madrid 2


Hasta que ha oído música. Esta música de moda que hace gritar de gusto a algunas chicas de este Madrid de principios de los 70 -selectas chicas que todavía se debaten entre las atrevidas ideas de amor paz y libertad y una esctricta etapa educacional transcurrida en un colegio de monjas-. Ha escuchado, por supuesto, también el griterío consecutivo y femenil y es para él, como si hubiese sonado el ancestral cuerno de guerra. Porque guerra buscaba.
"Soy el primo de Laura", ha dicho al chico de la puerta del enorme apartamento, convencido de que no había una sola muchacha entre la clase media del Madrid de los años setenta que osase renunciar al éxito de llamarse Laura, y mucho menos habría un supuesto novio o acompañante de turno que conociese al susodicho primo. Lo cierto es que el que le abrió la puerta estaba tan perdido de alcohol o marihuana, que sólo se encogió de hombros mientras cerraba la puerta tras él. Tampoco estaba en ningún peligro de que le echaran, porque en aquella enormidad de apartamento apenas había luz, y la gente se apilaba para bailar en el centro -un poco más visible- de la habitación.
Le costó acostumbrarse a la oscuridad, pero poco a poco fue distinguiendo los cuerpos hasta que casi pudo ver los rostros de los que bailaban. Al parecer había dado con la fiesta que buscaba. Si sus ojos perturbados y sus sentidos alterados no se equivocaban, aquello era una fiesta de la crema y nata madrileña del momento. Una juventud que más tarde conocería la fama por diversos y muy variados caminos. La del vestido amarillo era -a jurarlo- Amparo Puértolas, la de las gafas enormes era Maricarmen Ferrer, la de las motonetas seguro era Nuria Campos y el tío del sombrero a lo cowboy tendría que ser el gilipollas de su novio... Y así, para no aburrir ni ofender.
Caminó despacio entre la gente, reconociendo la triste o alegre celebridad que ya poseían unos y el indiferente anonimato de que gozaban otros. En un rincón oscuro le pareció ver un rostro iluminado por la certeza del reconocimiento. En otro rincón unas chicas bailaban muy juntas, una descansando la cabeza en el hombro de la otra. Y él conocía esa cabellera. Trató de acercarse dando la vuelta, pero no podía hacerlo sin tropezar con la pared... Una especie de chispa iluminó sus ojos.
BANG! Sonó el cuerpo contra la pared. Ambas chicas miraron en esa dirección -era un truco, por supuesto, pero ellas no lo sabían-. La cabeza de él, como si viniera de rebote desde la pared, ahora iba en dirección al suelo. "Paulo Enri!", había exclamado una de ellas, en la que reconoció a su hermana, Alejandra, y había corrido a ponerse tras él con el fin de amortiguar su caída. La otra chica era, por supuesto, Ella: la de los ojos marinos y la cabellera color de viento, la de la palabra afilada como una daga en la diestra y la siniestra en el encantar... Pero ahora mismo lo único que había en su rostro era sorpresa. "Se conocen ustedes?", preguntó intrigada mirando a cada uno por turnos "Es mi hermano", respondió Alejandra, mientras ayudaba a Paulo Enri a levantarse.

5 comentarios:

  1. un saludo negra cubana lesviana humana....

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  2. Hola, Willy! Bienvenido a Habla Potable!

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  3. Mi novela, Niurki, que lleva años escribiéndose sola en mi cabeza y en cualquier parte... Hasta que alguien me descubra...

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  4. Como me gustaria escribir asi. Pero aqui
    esta isla insipida, aburrida, americanizada,
    no me permite sino denunciar y criticar la pendeja
    complacencia social que parece contagiar al mundo.

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This is my soul. Considered your self warned.