lunes, 15 de junio de 2009

Madrid 3

Paulo Enri sintió la necesidad de decir algo, pero no estaba en condiciones de hablar, trataba aún de explicarse qué ocurría. Su hermana había estado bailando con Ella, muy juntas, con las cabezas recostadas una en el hombro de la otra. Significaría algo todo aquello o sólo eran fantasmas, personal paranoia? Poco a poco empezó a recordar su niñez con su hermana, en la Barcelona de los años 50, los veranos en la casa que tenían cerca de Atzavara y los paseos estivales con sus padres por la Barceloneta.
Alejandra siempre fue una niña seria y retraída, que prefirió los libros a las muñecas que la abuela importaba de todas partes del mundo: China, Perú, África, Escandinavia... Recordó la muñeca thailandesa a la que un día le dio por morderle la cabeza, porque es que parecía una naranja. Pero Alejandra las desdeñaba todas tan pronto su mirada tropezaba con la letra impresa. Una especie de posesión. De modo que a nadie le extrañó que se dedicara a estudiar Letras. Pero jamás hubo un comentario, una mirada, un novio... Alejandra... tal vez... las señales estaban allí, expuestas a la suposición, abiertas a la especulación...
A su cabeza acudieron todas las alegorías: célibes ninfas huyendo de faunos viriles a través de bosques frondosos, habitados estos de poderosas amazonas y tímidas discípulas de Safo. Se imaginó fauno él mismo, pero cuando fue a levantar el velo de una ruborizada ninfa y se encontró con los ojos mosqueados de su hermana, todo el escenario desapareció con la rapidez con que se disipa una cortina de humo. Carraspeó. Ok. Alejandra. Pero, Ella... ? Ella... ?! !
"Qué haces, aquí, Paulo Enri? Quién te ha invitado?": Alejandra, mirándolo con los mismos ojos mosqueados. "Nadie", respondió él con todo descaro, "Venía pasando y he oído música", miraba a la otra chica buscándole los ojos, hambriento, como quien busca una respuesta. "No sabía que era una fiesta secreta...!", ironizó tratando de ganar tiempo.
La sonrisa que amagó Alejandra se hizo mueca antes de llegar a las comisuras de los labios. Pero Paulo Enri les sonreía con todo el esplendor de su dentadura joven y perfecta. "Es tu amiga, Alejandra?", preguntó con un terror contenido, tratando de parecer inexpresivo, pero con la mirada imantada aún al rostro de Ella. La chica ya le miraba sin ninguna cortedad, de arriba a abajo, midiéndole... "Sí, mi amiga... ehhh..." "Sílfide", dijo la chica tendiéndole una mano y sonriendo más con las pestañas que con la boca misma. Paulo Enri le besó la mano, pero en realidad fue un reflejo, canalización de un deseo que se había disparado con la sonrisa de ella y había estallado en su sien como un grito ahogado, incontrolable ya- "Dios mío... !", dijo un susurro al que Alejandra respondió "Qué?". "Que si quieren tomar algo? Voy al Bar". "Moët & Chandon", silabeó Sílfide en un francés perfecto. "Para mí, sólo agua, gracias", la alcanzó Alejandra todavía intentando figurar qué acababa de suceder.